Que curiosas son a veces las cosas. Prim, un tipo fuerte, grande, un guerrero, con armadura, curtido en muchas batallas, y de repenete, cayó como un saco de patatas delante de sus compañeros. Una roca del techo, del tamaño de un puño, se había desprendido y le había golpeado en la cabeza.

Fue poco tiempo el que le duró el dolor y el aturdimiento. Pero en este poco tiempo no tenía muy claras las ideas ni los recuerdos.

Recordaba que habían ido por un pasadizo muy largo que al final daba a una cripta donde se enfrentaron a unos muertos vivientes liderados por un campeón. Parpikus sufrió una herida casi mortal que gracias a Dios lograron curar los clerigos. Se asomaron afuera de la cripta y resulta que estaban en el cementerio de la aldea del camino, donde fueron atacados por el grupo de Rignia y desde donde partieron hacia las ruinas. Habían retrodedido muchisimo. Así que volvieron por el largo pasadizo.

Venía un espacio confuso. Algo sobre que Barsus se dió cuenta de que se habían saltado una puerta en la exploración de las ruinas y también que hicieron algo en el altar de la habitación de las estatuas que despertó una sierpe que permanecía como un dibujo en el suelo. No recordaba si les dió muchos problemas pero si que acabaron con ella. Y no sabía si por la puerta que indicó Barsus o por alguna entrada que se abrió cuando hicieron lo que fuera en el altar pero dieron a una escalera.

Ahora volvían un poco mejor los recuerdos. Bajaron por la escalera y dieron a una sala pequeña con un par de puertas a los lados y una puerta doble labrada en el centro. De una de las puertas escuchó Fico una conversación y fue a mirar. Alli estaba el grupo de Rignia, sin Rignia y sin el picaro, obviamente.

Fico, no se sabe si por iniciativa propia o por algún raro hechizo, como el que le afectó en la sala de las estatuas, entró cargando en la habitación sin esperar a nadie mas. Tuvo suerte de no morir mientras el resto del grupo reaccionaba y entraba tras él. Lucharón duro y tenían acorralado al grupo enemigo cuando todos tocaron al mago, que llevaba unos segundos recitando un hechizo, y desaparecieron, como ya pasó en la taberna.

De repente un recuerdo totalmente vívido. ¡¡¡Cuidado Prim, una roca!!!

P.D. Fico cargó el solito por iniciativa propia contra todo el grupo enemigo.